Han pasado 40 años desde que la fábrica de GSK Aranda de Duero abriera sus puertas. Un año antes de su apertura, el laboratorio de control de la futura fábrica se estableció en el Convento de las Francesas de este municipio de la provincia de Burgos, para comenzar a formar al personal técnico. Desde entonces, son muchos los cambios que han marcado la historia de estas instalaciones en los que, sin duda alguna, las personas han sido, son y serán el valor diferencial de GSK.
Uno de los protagonistas de la evolución de la Compañía a lo largo de estos 40 años es Alejandro Álvarez: “Empecé 2 años antes, en 1976 en Barcelona, mientras se construía la planta de aquí de Aranda, en la cual entré a formar parte en septiembre de 1978” cuenta Alejandro. De aquellos inicios recuerda que “se trataba de mi primera experiencia laboral y hace falta una buena formación para poder desarrollar bien tu trabajo. Pero con ilusión, juventud y ganas, se van logrando las metas. Lo recuerdo como una época muy especial, todos formábamos una pequeña familia”.
Cuatro décadas de cambios y grandes descubrimientos
En 1978, la fábrica solamente trabajaba para el mercado español y en ella se producían cremas, jarabes, antibióticos inyectables y orales, lociones, aerosoles y capilares. Alejandro dice que el desarrollo que ha experimentado la producción de la fábrica desde entonces ha sido enorme, “tanto en instalaciones como en tecnología para estar a la vanguardia del mercado y cumplir con sus exigencias. De verlo antes a verlo ahora, resulta prácticamente irreconocible, más cuando empiezas desde cero.” Y es que en 1982, tan sólo 5 años después de su inauguración, la fábrica ya producía 3,5 millones de unidades de producto y, una década más tarde, se iniciaban las primeras exportaciones. Hoy, la fábrica de Aranda de Duero cuenta con casi 600 trabajadores que fabrican alrededor de 179 millones de unidades de productos al año, de las que más del 95% se exportan.
Entre los hitos que han marcado la historia de la fábrica y también de la farmacología, Alejandro tiene claro cuál ha sido el más destacado: el desarrollo de uno de los medicamentos más importantes del mercado para pacientes con asma. Él lo vivió en primera persona al participar bajo el mando del Dr. Jiménez en el arranque de la fabricación. “Aun hoy en día, me siento parte de la evolución de este producto de rescate tan importante en la vida de muchos pacientes”, recuerda. Desde entonces, la fábrica de Aranda es conocida por su destacado papel en el área de respiratorio, aunque también fabrica comprimidos para combatir enfermedades como el párkinson, el VIH, el herpes, el tratamiento del dolor o la úlcera gástrica.
Una historia de varias generaciones
Estas cuatro décadas de actividad han estado acompañadas de la incorporación de nuevas generaciones de trabajadores. Entre estos trabajadores que marcarán el futuro de la fábrica se encuentra la hija de Alejandro, Alexia Álvarez. Tras finalizar sus estudios, se incorporó a GSK Aranda como becaria en el departamento de EHS (Medioambiente, Salud y Seguridad). Reconoce que no se imaginaba que acabaría trabajando en GSK, pero que, debido a la crisis económica, había optado por adoptar un perfil más polivalente que le permitiera acceder al sector de la industria, “y qué mejor lugar para comenzar mi andadura laboral que esta empresa de la que he formado parte indirectamente desde que tengo uso de razón”, cuenta Alexia.
La seña de identidad de GSK Aranda son las personas, ya que sin ellas no habría sido posible estos 40 años de investigación, desarrollo e innovación responsable. Por eso, Alexia explica que trabajar en el mismo lugar que su padre “se afronta con gran ilusión, además de suponer un gran reto para mí. Tener la oportunidad de tomar el relevo y trabajar en la misma fábrica que tanto ha supuesto en la vida de mi padre pudiendo ser parte de este proyecto como lo ha sido él”.
Además, Alexia valora así su andadura en la Compañía: “Durante este tiempo, he tenido la oportunidad de desarrollarme en diferentes puestos gracias a los que he adquirido una gran experiencia y versatilidad, estando muy agradecida a todos aquellos que han apostado por mí”, a lo que Alejandro, su padre, añade el valor “de sus envidiables instalaciones y entorno de trabajo, así como los beneficios sociales que brinda a sus empleados”.
Mirando hacia el futuro
Desde GSK, estamos comprometidos con la innovación responsable, y la fábrica de GSK en Aranda es todo un referente en esta cuestión. Para Alexia se trata de un elemento clave para mejorar la productividad y ser más competitivo, “aplicando las nuevas tecnologías de manera responsable y sin olvidar la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente.”
Cuando se le pregunta sobre el futuro, Alexia ve con optimismo la evolución de la fábrica de Aranda, pues considera que es una de las empresas modelo del grupo, “halagada por todos aquellos que nos visitan y evalúan.” Por ello, dice: “estoy segura de que sabremos afrontar el futuro de forma responsable para lograr continuar adelante y seguir creciendo como Compañía”.