La cámara de un cineasta recoge testimonios muy íntimos donde las personas comparten experiencias que nunca antes han contado
Una pieza audiovisual que quiere mostrar el día a día de las personas que conviven con esta enfermedad respiratoria. ¿Cómo? A través de la historia de Esther, una paciente que vive con epoc y su marido Antonio, quien ejerce el papel de cuidador.
Hablamos con Ander Duque, director del documental, para conocer el proceso que siguió para mostrar el día a día de Esther y Antonio.
Sueño que montamos juntos en nuestras bicicletas cómo antes, que paladeamos por el paseo de la playa, que contemplamos el atardecer cerca de casa, recuperando el aliento sin prisa, como antes
¿Por qué ‘La bicicleta de Esther’?
El título del documental surgió durante el rodaje en Isla Cristina (Huelva), donde la pareja estaba de vacaciones. Conviviendo con ellos surgieron varios temas, y el que más preocupaba e inquietaba a Esther era el hecho de no poder montar en bicicleta a causa de la enfermedad. Hablé con Antonio y los dos decidimos desempolvar su antigua bicicleta y comprarle una cesta donde poder poner la bombona de oxígeno.
¡Qué detalle tan bonito!
Esto nos permitió convertir la bicicleta en un símbolo de lo que Esther antes podía hacer y ahora no, a causa de la epoc. Además, también nos permitió mostrar cómo Antonio intenta que su pareja siga teniendo una vida lo más normal posible a pesar de sus respectivos cuidados y atenciones. Por un lado, con la ‘La bicicleta de Esther’ queremos reflejar cómo una persona que convive con epoc tiene que ir dejando cosas por el camino y, por otro, mostrar cómo el paciente desea retomarlas en su nueva rutina.
¿Cómo ha sido el proceso para grabar este documental?
A lo largo de mi trayectoria, he rodado cerca de 60 documentales, la mayoría de ellos relacionados con temáticas sociales y de salud. Normalmente, cuando ruedo no cuento con un guión prefijado, ya que, una vez tengo claros los mensajes que se quieren comunicar con el producto, me enfrento al rodaje confiando mucho en el azar, la capacidad de improvisación y la naturalidad. Siempre utilizo la misma dinámica, ya que en estas producciones los cineastas ejercemos casi como psicólogos: nuestra cámara recoge testimonios muy íntimos de personas que cuentan cosas que nunca antes han contado a nadie.
¿Cómo consigues conocer a Esther y a su pareja, acercarte a ellos y poco a poco ganar la confianza necesaria para filmar el documental?
Escuchando mucho, dejando que las cosas ocurran e interfiriendo muy poco. La clave es dejar que sean los propios protagonistas los que se olviden de que estás ahí, naturalizarlo todo y dejar que ellos se expresen. Lo más importante es recoger imágenes y dejar que todo fluya y sea lo más natural posible. Al fin y al cabo, el documental empieza a tomar forma en la mesa de edición, cuando vuelves al estudio y empiezas a revisar todo lo grabado.
En la pieza audiovisual destacas el papel del cuidador y el cambio de vida que implica tanto para la persona que vive con epoc como para la persona que convive con ella. ¿Cómo has conseguido plasmar todo esto en el documental?
Dándole a cada uno el protagonismo y el tiempo que se merece. Este tipo de documentales son complicados, ya que enseguida puedes correr el riesgo de caer en el desequilibrio si das más protagonismo al cuidador que al paciente. En este caso fue muy fácil conseguir un equilibrio de fuerzas entre Antonio y Esther, porque en realidad los dos se necesitan uno al otro y no tuvimos que forzar nada.
En tus trabajos das especial importancia al ser humano y a ciertas personas que históricamente la sociedad ha invisibilizado. ¿Consideras que es una forma de darles la voz que merecen?
Sin duda. Yo me he especializado en esta línea porque creo mucho en las historias universales: todos tenemos las mismas miserias, virtudes y objetivos. Hay gente que es más afortunada y gente que lo es menos. Y la que lo es menos tiene muchas más cosas a contar sobre los aprendizajes que ha vivido a lo largo de su vida o en procesos de dolor. Explicar cómo un ser humano actúa frente a una enfermedad a través de una historia universal es un aprendizaje que puede servir a todo el mundo. Al fin y al cabo, este tipo de documentales son una manera de hacer un homenaje a personas anónimas que viven un proceso universal como el duelo o convivir con una enfermedad crónica.
Estáis a punto de estrenar el documental. ¿Qué impresiones te gustaría que se llevase el público después de verlo?
Queremos que después de ver “La bicicleta de Esther” los espectadores se emocionen, piensen y que se sitúen en su propia realidad constante. Lo importante es que vean que aunque la enfermedad esté allí, es importante vivir una vida sana, placentera y aprender a relativizar el día a día, olvidando los conflictos y las historias tristes. Nuestro objetivo al fin y al cabo es que el documental sea pedagógico y emocionante.
Por último, recientemente has sido nombrado Académico de las Artes y las Ciencias Cinematográficas del Estado. ¿Qué supone este reconocimiento para ti?
Es un reconocimiento a un trabajo bien hecho y esto tiene algo de simbólico. Sin embargo, considero que es importante seguir trabajando para buscar nuevas metas. No hay que conformarse nunca, siempre hay que mirar para adelante y seguir contando historias, porque hay muchas historias interesantes por contar. Espero vivir muchos más años para encontrar a muchos más Antonios y Esthers y poder darles luz a ellos y a sus historias.