Hoy abordamos la incidencia, sintomatología y diagnóstico de la meningitis con Walter Alfredo Goycochea Valdivia, pediatra del Servicio de Infectología, Reumatología e Inmunología Pediátrica del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla.
La enfermedad meningócica invasiva tiene una incidencia muy baja en España, por lo que se trata de una patología poco frecuente. ¿Cómo ha evolucionado la enfermedad durante los últimos años?
En los últimos años, la tasa de incidencia en España de enfermedad meningocócica invasiva (incluyendo la meningitis meningocócica y la sepsis meningocócica) se ha mantenido entre 0,6 y 0,8 casos por cada 100.000 habitantes. En Europa la incidencia es aproximadamente de 0.6 por cada 100.000 habitantes, superando algunos países la incidencia de 1 por cada 100.000 habitantes. En España, la enfermedad meningocócica se considera endémica, por lo que se espera la aparición de un determinado número de casos todos los años, sobre todo durante los meses de invierno. Sin embargo, no solo nos interesa la incidencia de la enfermedad, sino la virulencia, es decir, la capacidad de la bacteria de producir una afectación severa en el individuo. Esto es muy importante en la enfermedad meningocócica, dado que presenta una tasa de letalidad de hasta el 15% y una tasa de secuelas, pudiendo causar secuelas graves hasta en el 20% de los pacientes que sobreviven.
¿Los menores de un año son el grupo con mayor riesgo a contraerla?
Efectivamente. Los menores de un año son el principal grupo con la mayor incidencia de enfermedad. Para el desarrollo de la enfermedad meningocócica invasiva (EMI), son importantes las interacciones entre la inmunidad del paciente y la bacteria. Lo que ocurre generalmente es que, cuando la bacteria entra en contacto con el lactante, si no hay inmunidad frente a esta, el lactante tiene riesgo de contraer la EMI.
Sin embargo, conforme la persona va creciendo, se va desarrollando inmunidad hacia esa bacteria, ya sea por la colonización orofaríngea por el meningococo o por otras bacterias similares que comparten antígenos parecidos. Esto hace que el sistema de defensa las reconozca y la bacteria aprenda a evadir ese sistema de defensa, lo que permite mantener una situación estable que favorece la colonización. Pero si se rompe ese equilibrio, la bacteria puede invadir la mucosa faríngea hacia el torrente sanguíneo o las meninges produciendo la EMI.
La tasa de colonización en los adolescentes de entre 15 y 18 años es más alta porque el organismo aprende a convivir en cierta forma con la bacteria; pero debido a las conductas típicas en esta edad, se puede favorecer la transmisión de bacterias a personas que no presentan inmunidad. De este modo, esta tasa de colonización que en los menores de cinco años generalmente no alcanza el 5%, en el caso de los adolescentes llega a ser de un 25% en general.