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ERICO: Innovar para hacer frente a la COVID-19 más allá de las vacunas

Ya han pasado dos años desde que, en diciembre de 2019, comenzó la pandemia provocada por la COVID-19 y las consecuencias que esta ha tenido a nivel internacional. Desde entonces, la ciencia y la medicina se pusieron manos a la obra innovando y tratando de encontrar una solución definitiva que acabara con el SARS-CoV-2. Hoy, gracias a estos avances acelerados, podemos celebrar que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha dado luz verde, además de a varias vacunas, a diferentes medicamentos con los que aplacar el virus del que hace dos años no se sabía casi nada. El tiempo, la experiencia, los ensayos clínicos realizados y los esfuerzos en investigación han hecho que llegue una nueva generación de tratamientos que tienen un objetivo muy claro: evitar que pacientes de riesgo con COVID-19 desarrollen las formas más graves de la patología.

Hasta ahora, la misión principal era encontrar un tratamiento para hacer frente a este coronavirus. Una vez conseguido, el siguiente paso es que esté al alcance de todos los pacientes que lo necesitan para poder reducir la gravedad, minimizar las hospitalizaciones y muertes provocadas por la enfermedad.

Hablamos de todo ello junto al doctor Juan González, jefe de la Unidad de Urgencias del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y uno de los coordinadores del proyecto ERICO.

Doctor, empecemos por el principio. ¿Qué es el proyecto ERICO?

El proyecto ERICO, cuyas siglas significan ‘Intervención Precoz en COVID-19’, ha hecho posible que contemos con un documento de consenso realizado entre varios especialistas en la enfermedad provocada por la COVID-19. Lo firman desde médicos de familia a médicos de urgencias, pasando por neumólogos e intensivistas. Su objetivo es poner en valor la importancia y eficacia que tienen los anticuerpos monoclonales como estrategia complementaria a las vacunas cuando se trata de frenar la COVID-19. Incluye desde recomendaciones específicas sobre el perfil de paciente al que se dirigen hasta la eficacia y la seguridad que ofrecen estos tratamientos, pasando por las ventajas que pueden llegar a tener, no solo en términos individuales sino también a nivel colectivo en relación con la salud pública.

Háblenos de alguna de esas recomendaciones.

Yo creo que las principales recomendaciones son aquellas que giran en torno a quién tratar y cómo hacerlo para que el tratamiento sea lo más efectivo posible. Que todos los profesionales involucrados en el proceso conozcan las pautas a seguir es el primer paso para una buena aplicación del tratamiento.

Una cosa son los tratamientos frente a la COVID-19 y otra las vacunas. ¿Son compatibles o complementarios?

Son, sin duda, complementarios. La vacuna tiene un gran impacto en la enfermedad por COVID y la disminución de la gravedad en los pacientes vacunados que sufren infección pero, indudablemente, los tratamientos vienen a complementar el espectro del manejo de la enfermedad y son indispensables para disminuir la gravedad y la mortalidad de la misma.

Uno de estos tratamientos son los anticuerpos monoclonales (mAbs). Ya se han utilizado con anterioridad para tratar enfermedades infecciosas y, gracias a esa experiencia previa, ahora sus aplicaciones se han ampliado y la lucha contra el SARS-CoV-2 cuenta con esta nueva herramienta. ¿Qué son y qué posibilidades ofrecen los anticuerpos monoclonales en el tratamiento de la COVID-19?

Son anticuerpos generados por ingeniería genética. En este caso, se unen a una parte del coronavirus (a la proteína ‘S’) y evitan la unión con el receptor celular impidiendo que el virus entre en la célula y que, por lo tanto, se reproduzca. Son fármacos muy seguros para el paciente que ya se han empleado, anteriormente, en muchas otras enfermedades para frenar la expansión del virus con óptimos resultados.

La vacuna y los tratamientos para la COVID-19 son totalmente complementarios con el fin de disminuir la gravedad de la enfermedad

¿Hasta qué punto es clave el momento de administración de estos fármacos? ¿La inmediatez juega un papel fundamental?

Hay que actuar en los primeros días, idealmente a lo largo de los cinco primeros. Es el momento en el que el paciente se encuentra en la fase viral, es decir, cuando el virus tiene una mayor capacidad de replicación y puede ocasionar más o menos daño en los tejidos, dependiendo de cómo actuemos. Es vital la administración de este tipo de tratamientos de forma precoz para obtener mejores resultados.

¿Y cómo se puede garantizar la equidad y el acceso al tratamiento para las poblaciones de alto riesgo?

Independientemente del nivel asistencial, es un requisito fundamental y un derecho el tener acceso al tratamiento. No solo en la COVID-19, sino en cualquier patología es básico que, más allá de dónde sea atendido un paciente, este tenga acceso al tratamiento oportuno. Todavía resulta más importante teniendo en cuenta que en España contamos con un sistema de salud pública.

Los tratamientos con anticuerpos monoclonales evitan la reproducción viral y que la infección pase a estadios más graves

Hay países como Estados Unidos, Australia, Francia, Reino Unido o Italia donde los tratamientos con anticuerpos monoclonales ya están protocolizados para los pacientes infectados y con riesgo de progresión. ¿Ocurre lo mismo en España?

Efectivamente. Ya podemos tratar a los pacientes y, de hecho, ya tenemos experiencia en su uso. Lo hacemos siguiendo las condiciones de aplicación reguladas por la Agencia Española del Medicamento mediante la solicitud individualizada de cada paciente.

Y para finalizar, ¿cree que los tratamientos son la llave para poder convivir con el virus y pasar así a una fase endémica?

Sin duda. Hay tres aspectos fundamentales para poder volver a una situación cotidiana: profilaxis pre-exposición (lo que hacen las vacunas), tratamiento preventivo en aquellos pacientes que han tenido contacto con algún paciente infectado y, finalmente, el tratamiento a aquellos que se infectan. Vacunas, prevención y tratamiento: son tres aspectos que hay que manejar para que podamos llevar una vida normal y garantizar un buen resultado clínico en los pacientes.