Por ejemplo, la vacunología inversa, una aproximación liderada por nuestro jefe científico, Rino Rappouli, fue clave en el descubrimiento de una vacuna frente al meningococo. El principio detrás de la vacunología inversa es que, al secuenciar el genoma de las bacterias, nuestros científicos son capaces de identificar antígenos potenciales –las sustancias que inducen una respuesta inmune en el cuerpo– comunes a diferentes cepas de las bacterias y utilizarlos como base para desarrollar nuevas vacunas.
Algunas nuevas tecnologías pueden tardar años en desarrollarse. Durante más de 20 años, hemos estado trabajando en sistemas adyuvantes, una tecnología que mejora la respuesta del sistema inmunológico a una vacuna. Esto nos ha permitido desarrollar vacunas dirigidas a grupos de edad específicos, como las personas mayores. A medida que envejecemos, también lo hace nuestro sistema inmunológico, lo que significa que una vacuna puede requerir el efecto estimulante de un adyuvante para ayudar a que funcione de manera más efectiva.
Además de su impacto positivo en la salud individual y comunitaria, la inmunización tiene otros beneficios de largo alcance.Por este motivo, nos comprometemos a mejorar el acceso a nuestras vacunas en colaboración con organizaciones clave como UNICEF, Gavi the Vaccine Alliance y la Fundación Bill y Melinda Gates, mediante el suministro de vacunas con descuento a los refugiados o la colaboración con otras organizaciones para desarrollar una vacuna contra la malaria.
Y, si bien aún hay importantes desafíos en materia de prevención, la mejora de la comprensión y las capacidades en el desarrollo de vacunas significan que aún hay mucha más ciencia y tecnología interesante por aplicar en este cambio.
Puedes acceder aquí al artículo original publicado en Behind the Science.
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