El concepto de inmuno-oncología no es nuevo, ya que se originó en el siglo XIX, aunque ha resurgido en la última década como un enfoque terapéutico novedoso para luchar contra el cáncer haciendo uso del propio sistema inmunitario para combatirlo.
Los agentes inmuno-oncológicos han logrado impresionantes mejoras de supervivencia en una variedad de tipos de tumores que antes se consideraban difíciles de tratar. Y, ¿cómo funcionan los tratamientos inmuno-oncológicos? Su forma de actuar empieza con los linfocitos T, que son una parte importante de nuestro sistema inmunitario: un tipo de glóbulo blanco que tienen un papel fundamental en el desarrollo del sistema de respuesta inmune adaptativo y producen unas proteínas denominadas “puntos de control”, que ayudan a mantener el sistema inmunitario en "jaque" al no actuar con demasiada agresividad. Sin embargo, los puntos de control también pueden impedir que los linfocitos T reconozcan y eliminen las células cancerosas. Cuando estos puntos de control se bloquean con fármacos denominados “inhibidores de puntos de control'', las células T se desbloquean y pueden atacar a las células cancerosas. El principal tipo de inhibidores de los puntos de control incluye los que se dirigen a la interacción entre el punto de control PD-1 y PD-L1, una proteína que se encuentra en las células tumorales.
Tanto el creciente número de opciones terapéuticas como la explosión en la cantidad de ensayos que evalúan estas terapias son alentadores para los pacientes y el futuro de la investigación oncológica. Aunque los actuales inhibidores de puntos de control aprobados han cambiado el panorama del tratamiento del cáncer, es necesario investigar más sobre posibles nuevas dianas, dado que menos del 30% de los pacientes se benefician actualmente de estas terapias.