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Combatir la COVID-19 con vacunas, pero también con tratamientos

Desde el inicio de la pandemia, el foco mediático ha estado puesto en el desarrollo y administración de las vacunas frente a la COVID-19. No obstante, en todo el mundo se trabaja sin descanso en la búsqueda de tratamientos para la infección causada por el SARS-CoV-2, algo igualmente necesario para combatir la pandemia.

Los programas de vacunación se han acelerado y se ha hecho un gran trabajo inmunizando a gran parte de la población. Aun así, los expertos coinciden en que es muy probable que las vacunas no lleguen a proporcionar una protección adecuada a la totalidad de la población y tampoco tengan la capacidad de erradicar por completo la enfermedad. Teniendo en cuenta que la inmunización no llegará, al menos de forma inmediata, al 100% de la población mundial, es importante que sigamos buscando alternativas y opciones que nos ayuden a prevenir y tratar este coronavirus. Este es el punto en el que entran en juego los tratamientos, que desempeñan un papel clave para reducir sintomatología, salvar vidas y liberar capacidad en las unidades de cuidados intensivos.

Rafael Cuervo, responsable médico de GSK en España de tratamientos para la COVID-19, nos explica en profundidad de qué manera la compañía está enfocando la pandemia y cuáles son los pasos a seguir para seguir frenando el crecimiento de los contagios y reducir la sintomatología.

Todo apunta a que, gracias a la vacuna, estamos llegando a unas cifras de inmunidad elevadas que nos van permitiendo recuperar, poco a poco, cierta normalidad en nuestras vidas. ¿Qué papel juegan los tratamientos en esta ‘nueva normalidad’? ¿A quiénes irán dirigidos?

Efectivamente, y como debe ser, todos confiamos en la efectividad de la vacuna para recuperar cierta parte de la normalidad que teníamos antes de la pandemia. Pero es importante saber que las vacunas, per se, es difícil que lleguen a ser la única solución al problema. Principalmente porque es complicado alcanzar una cobertura vacunal de la totalidad de la población, ya que hay pacientes con determinados tipos de patologías que complican la efectividad de la vacuna y también porque no todo el mundo puede llegar a tener acceso a la vacuna.

Otro factor determinante y difícil de prever y estimar es el tiempo que durará la cobertura vacunal -ojalá durase muchos años- pero es previsible que no sea así y que necesitemos tratamientos de apoyo y vacunas de recordatorio para complementar la inmunización. La misión de estos tratamientos para la COVID es aportar una solución terapéutica a los pacientes infectados -cuando la vacuna no es suficiente o no ha hecho su labor- que haga que el virus no progrese y vaya a más.

Un ejemplo, doctor, serían las conocidas como ‘dosis de recordatorio’. ¿Verdad?

Algunos lugares del mundo, como Israel o el Reino Unido, han pasado una época fantástica con cifras de infección y hospitalización muy bajas, pero recientemente han vuelto a sufrir aumentos en la proporción de pacientes infectados. Eso implica que la protección concedida por las vacunas, junto con la relajación de las medidas de distanciamiento, más la aparición de nuevas variantes, resulta ser un cóctel que hace que la vacuna no nos permita recuperar esa ‘normalidad’ al 100% y, por lo tanto, necesitemos tratamientos de apoyo.

¿En qué ocasiones o en qué perfil de pacientes la inmunización no ofrece suficiente protección frente a la COVID-19? ¿Por qué motivo?

Principalmente en pacientes inmunodeprimidos y pacientes de más edad cuyo sistema inmune está envejecido y tiene menos efecto de respuesta. En estos casos la vacuna puede no llegar a ofrecer la misma protección que en otros. Aun así, podemos decir que la población más sensible a la infección son los no vacunados.

¿Qué son los pacientes de “alto riesgo”?

Basándonos en los datos epidemiológicos y en todo lo aprendido a lo largo de este año, existen varios grupos: por un lado, los pacientes de mayor edad (a partir de los 65 años), tienen más riesgo de progresión del virus una vez infectados; y por otro, pacientes de cualquier edad que sufren diabetes mal controlada, obesidad, enfermedades renales, respiratorias o cardiopatías crónicas, así como también los pacientes inmunodeprimidos. Todos ellos, si se infectan, tienen mayores riesgos de progresar a una forma más grave de la enfermedad que aquellos que no se encuentran en estas condiciones.

Tenemos una herramienta terapéutica efectiva que permite que lo que hemos vivido no se repita de la misma manera

Aunque las vacunas son aclamadas como nuestra mayor esperanza frente al coronavirus, docenas de grupos científicos están trabajando en una defensa complementaria: los anticuerpos monoclonales neutralizantes. ¿Qué son y cómo funcionan?

Extraemos una amplia batería de anticuerpos de un paciente que ha superado una enfermedad, en este caso la COVID-19, y que ha producido para hacer frente y superar al virus y, entre ellos, se busca el anticuerpo que tiene la mayor capacidad neutralizante ante el virus. Es decir, aquel anticuerpo que es capaz de unirse al virus e impedir que ataque las células sanas. Así, una vez detectado y tras pasar por un proceso de depuración, se inyecta en un paciente infectado. En lugar de esperar a que el paciente en cuestión genere esos anticuerpos, se los estamos aportando y permitiendo así que el virus no entre en las células.

En el caso particular de algunas estrategias innovadoras, se ha obtenido el anticuerpo no a partir de un paciente que ha padecido el SARS-CoV-2, sino de un paciente que se infectó con el virus previo de la misma familia, el SARS-CoV-1, en 2003. Por lo tanto, podemos asegurar que el anticuerpo extraído hace 18 años tiene la capacidad de neutralizar dos virus de la misma familia, separados entre sí por casi dos décadas.

No solamente la evidencia ha demostrado su efectividad sino que, además, hemos sido capaces de producirlos y de asegurar una capacidad de suministro suficiente

¿Es la primera vez que se investiga este tipo de fármacos en la historia? ¿Frente a qué otras enfermedades se han aplicado estos tratamientos?

No es la primera vez que se desarrollan este tipo de anticuerpos. Para otras enfermedades infecciosas, como el virus del ébola, ya se han empleado anticuerpos monoclonales.

En el caso de la COVID-19 hay países (como Estados Unidos, Australia, Francia, Reino Unido o Italia) donde ya se están utilizando de forma importante y están incorporados en el protocolo estándar para los pacientes infectados y con riesgo de progresar en la enfermedad.

Muchos expertos coinciden en que la pandemia ha venido para quedarse y que tendremos que aprender a convivir con este virus. En este nuevo escenario, ¿qué importancia tienen los tratamientos frente a la COVID-19?

Es muy probable que el virus se quede entre nosotros, pero hemos aprendido a manejarlo, por lo que resulta complicado imaginar un escenario tan catastrófico como a inicios del 2020. En ese momento nos sorprendió un virus que no conocíamos y no disponíamos de herramientas terapéuticas concretas. Actualmente podemos tomar una actitud precoz, es decir, haya muchos o pocos pacientes, siempre podemos ofrecer opciones de tratamiento, porque cualquier vida es importante y hay que contar con todos los medios posibles para su recuperación.

La combinación de las vacunas con los tratamientos debe permitirnos volver a esa normalidad que todavía no tenemos

En un ejercicio optimista, ¿podrías darnos 3 buenas noticias sobre los anticuerpos monoclonales como tratamientos para la COVID-19?

Efectividad, disponibilidad y optimismo.

Primera buena noticia: a día de hoy contamos con tratamientos que han demostrado ser efectivos para una fase de la enfermedad para la que hasta ahora no había y que, además, nos permite poder rebajar la ocupación en los hospitales.

La siguiente gran noticia es que estos tratamientos ya están disponibles. Mientras las agencias reguladoras terminan el proceso de evaluación para otorgar una autorización de comercialización, hemos sido capaces de producirlos y de asegurar una capacidad de suministro suficiente para cubrir las necesidades de los países.

Y por último, estas terapias nos permiten, a futuro, afrontar un escenario mucho más optimista. Pase lo que pase con las vacunas, o con las variantes del virus, tenemos una herramienta terapéutica eficaz que permite que lo que hemos vivido no se repita de la misma manera. En este sentido, la combinación de las vacunas con los tratamientos debe permitirnos volver a esa normalidad que todavía no tenemos.

No es la primera vez que se desarrollan este tipo de anticuerpos. Para otras enfermedades como el virus del ébola ya se han empleado anticuerpos monoclonales

La COVID-19 nos ha dejado (y dejará) muchos aprendizajes. ¿Estamos más preparados de cara a la aparición de futuras nuevas pandemias?

La COVID-19 nos ha hecho aprender muchas cosas. Por un lado, los profesionales sanitarios de todos los estamentos han tenido que aprender a manejar situaciones tan complicadas como una pandemia, que no vivíamos desde la gripe de 1918. Por otro lado, el sector farmacéutico también ha aprendido y ha sido capaz de acelerar los procedimientos para aportar soluciones eficaces sin renunciar a la seguridad de las mismas.